Doblepensar.

sábado, 21 de junio de 2008

En la novela 1984, George Orwell nos presenta una sociedad que vive bajo el poder omnímodo de un Gobierno tiránico. Las referencias a esta novela son habituales, cada vez que se quiere tachar a alguien de totalitario, porque refleja de forma realista las tendencias dictatoriales que encierra toda mentalidad intolerante. Para que alcancemos una sociedad orwelliana, sólo hace falta que desaparezca la tolerancia hacia el discrepante. En ese momento, la sociedad se creerá con la legitimidad para imponer su visión del mundo sobre las minorías, y quien piense diferente será destruido, con lo que la Democracia Constitucional habrá dado paso, poco a poco y sin darnos cuenta, a una sociedad tiránica.

Sin embargo, de los muchos aspectos destacables de la novela de Orwell, en este artículo me gustaría señalar con especial importancia el concepto de "doblepensar". El doblepensar es un síndrome que sufren los ciudadanos que están sometidos al régimen de la novela. Consiste en pensar una cosa y a la vez la contraria. En la novela se define al "doblepensamiento" como:




Doblepensar significa (...) la facultad de sostener dos opiniones contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias albergadas a la vez en la mente. El intelectual (...) sabe que está trucando la realidad; pero al mismo tiempo se satisface a sí mismo por medio del ejercicio del doblepensar en el sentido de que la realidad no queda violada. Este proceso ha de ser consciente, pues, si no, no se verificaría con la suficiente precisión, pero también tiene que ser inconsciente para que no deje un sentimiento de falsedad y, por tanto, de culpabilidad.



Este ejercicio de autoengaño semiconsciente puede parecer producto de un mundo de ficción y ucrónico, que no existe en la realidad. Sin embargo en el mundo real, en nuestro sistema de valores, existe el doblepensar.

Hay doblepensar cuando uno condena y rechaza el Franquismo, mientras defiende o justifica a la Dictadura de Cuba.

Hay doblepensar cuando uno critica a la Dictadura soviética, y al mismo tiempo justifica el golpe militar de Pinochet.

Hay doblepensar cuando uno ve en Estados Unidos una amenaza para el mundo, y a la vez se da cobertura moral a los regímenes chino, norcoreano o iraní.

Existe doblepensar cuando uno critica a Saddam Hussein, y no tiene problemas en justificar la existencia de Guantánamo.

Hay doblepensar si uno critica el colectivismo nazi y luego defiende a Lenin, Chávez o Castro.

Hay doblepensar cuando uno defiende la influencia social de la Iglesia Católica, mientras critica que otras confesiones puedan hacer lo mismo (sea la masonería, el ateísmo o el judaísmo).

También existe si uno defiende el derecho de los musulmanes a practicar su religión, mientras se odia de forma desmedida a toda forma de cristianismo.

Lo hay cuando uno condena los millones de muertos en el Holocausto judío, y luego olvida los cien millones de muertos que provocó la persecución soviética.

Y lo hay cuando uno ataca al nacionalismo español, defendiendo al nacionalismo vasco, catalán o gallego, o viceversa.

Todas estas formas de doblepensar están presentes en nuestra sociedad. La hipocresía de unos y de otros les lleva a defender a los que piesan como ellos, hagan lo que hagan, mientras atacan al que discrepa, haga lo que haga.

Y esto viene a cuento de una serie de casos que he visto recientemente.

1. Libertad Digital se felicita veladamente por la admisión a trámite de un recurso contra la sentencia exculpatoria de Pepe Rubianes, mientras afirma que el juicio contra Losantos es una ataque a la libertad de expresión.

2. Los mismos que votaron a favor de excluir a la moral y la ética católicas de la investigación científica para no interferir en el progreso, proponen que los simios sean considerados "homo sapiens" (¡¡!!) con derechos, imponiendo la moral y la ética ecológica, y perjudicando a la experimentación científica.

3. El mismo que se siente injuriado por ser considerado "fascista", responde con calificativos como "progre totalitario". Dice que él puede hacerlo porque tiene argumentos, mientras que el adversario no. Luego se autocalifica como "liberal", a pesar de ponerle continuos límites a la libertad de expresión.

Este ejercicio de hipocresía perjudica a la existencia de una sociedad libre y de calidad. Cuando uno pretende tener más derechos que el que piensa distinto, acaba luchando por imponer un sistema que puede ser muchas cosas, pero desde luego ni democrático ni liberal.

9 opinones:

Anónimo dijo...

Touché. Esta entrada no debería tener ningún comentario, pues es irrefragable. Pero no, no será así. Temo que más de uno intente asfixiarte con alguna exposición farragosa y confusa que diluya la esencia del mensaje original. Felicidades.

Anónimo dijo...

Excelente Mario, un gran trabajo.

Mucho me temo que este post no triunfará en meneame, no deja contento a nadie, empezando por los amigos de las dictaduras caribeñas, que son una pequeña mafia en el sitio naranja...

Saludos.

Anónimo dijo...

Por cierto, Altavoz Masgneta a Siracusa ya!

Anónimo dijo...

Plas, plas, plas.

Limpiemos el polvo de la izquierda anquilosada que nos lastra. Llamemos a las cosas por su nombre. Es nuestro momento.

Y busquemos apoyo en los verdaderos liberales. Sólo una unión liberal-progresista es verdaderamente liberal y verdaderamente progresista.

Anónimo dijo...

Me uno a los aplausos al post.

No sé a quien oí que la "lucha final" será entre liberales de izquierdas y leninistas de derechas.

Cada vez me parece tener más sentido que la pelea política de mayor importancia debe ser esa.

Saludos.

Fanfatal dijo...

También me uno a los aplausos del resto.Te felicito por esta entrada.

Es lo que he criticado siempre.Las dobles varas de medir.Una pena que haya gente que critique sólo lo que le interesa y según le vaya la vaina.Por ejemplo,la defensa que está haciendo "Sin blanca por el mundo" del "que se siente injuriado",me parece sinceramente ímpresentable. Más cuando el que coarta la libertad de expresión e insulta sin argumentos,dice lo que dice.

Saludos.

Anónimo dijo...

No es necesariamente contradictorio, por ejemplo, defender el autoritarismo mientras se lucha contra el totalitarismo, pues la diferencia entre ambos se puede abordar como de cualidad y no necesariamente de grado: el autoritarismo tiene rasgos aristocráticos -sobre las masas- y el totalitarismo tiene rasgos oclocráticos -con las masas. En este sentido -y hay otras comparaciones posibles-, son contrarios.

Txomin Goitibera dijo...

Y hay doblepensar cuando se argumanta -con razón-contra el nacionalismo vasco basado en la mitología y en supuestas esencia y derechos milenarios y se defiende al mismo tiempo otro nacionalismo étnico como el sionismo.

Saludos.

Manuel Prendes Cimadevilla dijo...

Enhorabuena por la entrada, ejemplos lapidantes. Felicidades